sábado, 30 de junio de 2007

La navegación






Era imposible a éstas alturas volverse atrás, había que seguir. Las corrientes de verano se habían tornado mar gruesa y la embarcación se movía para todos lados. Una ola se había llevado la vela de cuero que estaba arriada tras el castillo de proa. El mástil crujía cada vez más. La realidad era que iba al garete, perdido en el océano y desde hacía dos días por lo menos desorientado. No habían dejado las nubes ningún hueco para ver la polar.



Perdido en el ancho océano. Y lo peor aún por llegar, pues venían olas de tamaño montañoso, muy espaciadas, que anunciaban que se aproximaba la terrible baga de mar que estaba esperando.



"Si he de morir hoy, ¿qué mejor forma que luchando contra el mar?" Las olas rompían a varios pasos de la embarcación y el aire estaba tan cargado de salitre que no paraba de toser, baldado por la humedad, el salitre y el agotamiento.



Ith hijo de Breogán se puso en proa frente al mástil, firme, dispuesto a embatir el temporal.
Fue en ese momento, cantan los bardos, cuando recordó que el druida de su treba le había hecho llevar a un cuervo en una jaula de mimbre amarrada al mástil. Sin más rompió la jaula y lo soltó. "Tú que tienes alas, podrás escapar de aquí, no hace falta que muramos dos hoy".



El temporal iba empeorando e Ith estaba ya ocupado totalmente en achicar el barco, pero cada ola lo volvía a llenar. Suerte que los curraghs, los barcos hechos de pieles cosidas e impermebles en las costuras, con armazón de ramas flexibles de roble, eran los barcos más marineros del Atlántico. Aunque se llenasen de agua no se hundían.



Llegó el cuervo de vuelta y se posó en el mástil. No había tierra cerca. Todo en vano.Por momentos Ith llegaba a maldecir al druida que le había hecho esperar al día propicio para embarcarse.



Entonces, el cuervo, salió del poste volando; Las olas eran ya un poco menores e Ith se dispuso a orientar la quilla, remando con sus propias manos, poniendo proa en la dirección por la que había salido volando el cuervo.



Amaneció el día siguiente con calma chicha, imposible de saber cuánto tiempo se había quedado dormido. Cuando empezó a notarse la primera brisa de la tarde, fue cuando Ith se quitó las ropas y las dispuso confeccionadas en una vela cuadra al mástil, aprovechando los cabos amarrados que habían permanecido tras el temporal, lino y agujas de las espinas de la robaliza que había pescado antes de la baga de mar.



Normal que no hubiese vuelto a aparecer el cuervo, ya se veía una franja de tierra en el horizonte. Ith reconoció enseguida aquellas formas, aquellas líneas. Las había visto tiempo atrás, mucho más pequeñas, desde la torre que había erguido su progenitor. Desde la torre de Breoghan. en una clara noche de invernada.



Había conseguido la hazaña, lo imposible. Había llegado a las islas.

Habría de ser recordado en las tradiciones de los bardos a éste y al otro lado del mar, voces que se hicieron eco durante tres milenios.


Hoy día aún se me erizan los cabellos cuando me llega un irlandés y me cuenta el viaje de Ith Mac Breoghaim desde Easpain al Eire, máxime sabiendo que era una ruta que, desde la crisis de la edad del bronce, usaban los púnicos para buscar estaño, que empezó a escasear en el área mediterránea; y usaban el puerto de Vares, al lado de Ortegal, como puerto de invierno, como demostró Federico Maciñeira con los hallazgos de numismática púnica y con las campañas de excavación en Vares y alrededores, allá por los años 30. Desgracia fue la dictadura que siguió. Localizaron muchas décadas después Barry Cunnlife et al. los vestigios de las rutas atlánticas ¡Desde los puertos de destino (Islas británicas)! 70 años después de que fuese acallado Maciñeira y 56 desde que fue publicado su libro póstumo.

Aquellos intrépidos fueron los que enseñaron a nuestros antepasados, a nuestros ínclitos, las RUTAS ATLÁNTICAS.










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