domingo, 17 de junio de 2007

llegando al abrigo de Lugh

*El brehom de guardia, llamado "Camulogeno" fue el primero que bautizó a Aedh (O'Ith ó Mc'Ith) con nombre guerrero, era digno de ser bautizado como "LUGHAID", a pesar de llevar en sí el nombre de un dios "hay casos concretos como el susodicho que no es blasfemo el llevar implícito el nombre de un dios". (Cuando te bautiza un druida no hay marcha atrás).

OVATE: bardo (poeta) encontrado en la epigrafía galáica como "OUATIO", perteneciente a la tradición poética céltica que posteriormente dio lugar a los cantares trovadorescos de la edad media.

Fue seguramente García Quintela el primer historiador, que llegó a una pequeña cueva en Corme, llamado "abrigo do Petón da campaíña" donde había un asiento con el hueco para sentarse una persona, y ver que en la roca había unas marcas para posar las manos, y que tenían unos huecos en la piedra con forma de dedos larguísimos, que se dio cuenta que podía ser perfectamente una epifanía de lugh "Lamhfada" "el de las manos grandes"como aparecen en monedas centroeuropeas, llegándole los dedos de las manos hasta el suelo, y así están marcados o labrados en la piedra. Es decir, una epifanía de Lugh céltico, como las posteriormente conservadas bajo el manto del cristianismo, huellas de paso de los posteriores santos cristianizados.


Después de guardar los ayunos reglamentarios, Lughaid consiguió aposentarse en el abrigo de lugh, consiguiendo inmediatamente la cordura y serenidad de razonamiento propias de Lugh Politécnico, al cual había intentado hacerse a imagen y semejanza.

El consejo más importante de Lugh, plasmado como repentino descubrimiento en aquella epifanía después del preceptivo ayuno fue de ir a buscar a melusina, pero habiendo pactado antes ante Coso con sus cofrades, que eran los únicos que podían hacer una tésera de hospitalidad respetada por todas las trebas del suroeste. Dicho y hecho, preparó un zurrón con provisiones y dos membrillos perfumados como los que había dejado el verano anterior en tierras vettonas, subió a la grupa del buen thieldón, al que había domado años atrás y que nadie más era capaz de manejar sus riendas, y salió a trote corto, tocando una pequeña e improvisada lira de asta de ciervo y cerdas de jabalí. Empezó con silbidos cortos, pero al poco tiempo iban apareciendo las palabras en su imaginación, como flores del agua flotando aquí y allá por la superficie de un estanque.

Ay, mi amiga melusina,
anda insegura, comprendo
"¿quién será ese ártabro
que tan poco de él entiendo?"

mas algún día
recordarás
tú que eres céltica
...me entenderás....

Lo que vale de verdad
es aquello que dijimos
que no se lo lleva el viento
versos ha menos bonitos.

Se me olvidó la poesía
con la rutina y hastío.
La recuperé de nuevo
cuando me encontré perdido.

..... Aquellas palabras sonaban demasiado en medio del silencio, de la nada. Lughaid calló y miró a su alrededor. No había pájaros, ningun bicho viviente, se podía escuchar la respiración del thieldón, que se iba tornando cada vez más nerviosa y excitada."Vamos, tranquilo", dijo Lughaid mientras le acariciaba la crin. A pesar de esas palabras, Lughaid empezaba tambien a ponerse nervioso.
Miró hacia arriba y vio, colgadas de las ramas altas del roble centenario dos cabezas cortadas. Reconoció a los dos infelices que habían venido a buscar madera al Bosque Peligroso y que no volvieron.
De repente, el Thieldón se encabritó y lanzó estrepitosamente a su jinete al suelo, huyendo despavorido al galope.

Lughaid se levantó torpemente, sacudiéndose las brozas. Sentía un ardor en la piel a la altura del riñón derecho, levantó la capa y el sago y vió que tenía una rozadura hecha con el mango del puñal de antenas.

-Menos mal que lo llevo enfundado, que no sería la primera vez que lo ato a la cintura a pelo sin funda.
Los ártabros seguimos considerando más nobles las armas de bronce, de los tiempos en que venían los tartesos a buscar el bronce aquí arriba y paraban en la ruta hacia las islas, y que nos enseñaron la ciencia de la navegación.

Con éstas reflexiones y otras iba caminando lughaid por el Bosque Peligroso, cuando oyó unos
balídos en la lejanía. Se fue acercando poco a poco, agazapado, y a contraviento a juzgar por cómo se movían las ramas de los árboles. El bosque iba haciéndose más y más tupido y la oscuridad empezaba a envolverlo todo.

Ocultándose detrás del último mato, vio que había un cordero atado al pie de un árbol, que balaba y balaba. No tardó mucho en fijarse que en la oscuridad del otro lado se veían por momentos, detrás del seto, unos puntitos brillantes como luciérnagas. ¡Eran ojos de lobos al acecho, ocultos en la oscuridad de la espesura!.

Pasó un rato, Los ojos brillantes seguían fijos en el cordero, no me habían detectado,qué cosa más extraña.De repente saltaron del mato dos lobos ,uno de ellos enorme y oscuro, hacia el cordero.

No se sabe bien de dónde, apareció de repente un extraño bípedo, entero de color rojo oscuro, con la apariencia de una auténtica bestia del inframundo, que de una sóla patada certera partió el cuello del más pequeño de los dos lobos. El lobo mayor dió un salto al instante y se abalanzó hacia él, pero ya habían aparecido de repente otras dos bestias rojas y entre las tres agarraron el lobo, que repartía dentelladas, la mayoría de las veces al aire, y alguna alcanzaba a aquellos demonios, que no soltaban ni el más mínimo quejido.

Lughaid estaba tan estupefacto con aquella visión que fue demasiado tarde cuando quiso
desenfundar el puñal de antenas. Una mano o garra húmeda y fría le estaba sujetando con fuerza la mano contra el mango del puñal, impidiéndole sacarlo. cuando quiso pegar un brinco y voltearse de repente, ya tenía otra presión en el cuello que lo acogotaba. Demasiado tarde. El mango del puñal volvía a presionar contra la rozadura, con el forcejeo, haciéndole salir un hilillo de sangre. Pero la mayor parte de la sangre que bajaba por su brazo estaba fría, no era suya, olía además a bravío, a bestia salvaje. No pudo reprimir un grito cuando le hizo un corte una antena del puñal, encima de la rozadura.

Nada más oir el grito, las bestias rojas que habían matado al segundo lobo lo dejaron tirado y se
acercaron. En ese momento, que aflojó un poco la presión en el cuello, pudo girar la cabeza por un momento, para darse cuenta de que estaba rodeado de esas bestias rojas, que , de más cerca,
hacían entrever rasgos lejanamente humanos, difícilmente reconocibles porque parecían estar
cubiertos por pieles llenas de sangre, con lo que parecían ser grandes barbas, también llenas de
sangre fresca por encima de costras de sangre seca, que los cubrían enteros, de pies a cabeza.

Los brazos eran sin duda humanos, pero tenían algunos de ellos enormes cicatrices de dentelladas.
Aquellas miradas eran capaces de helar la sangre del más temerario guerrero. Ojos que traspasaban el alma como un cuchillo afilado al corazón, que mostraban locura y destrucción.

Ojos mucho mas terribles que aquellos que había visto brillar de los lobos detrás del seto.Se oyó una voz ronca, entrecortada por la respiración fatigosa, pero fácilmente reconocible porque
las palabras se reconocían primas, de lusitano, a pesar de que los acentos eran como gruñidos de oso.

-¡"La tercera cabeza para honrar a Coso en el roble" "Y sangre fresca suficiente hasta la sexta luna" !
No había escaparoria. Lughaid estaba aprisionado por multitud de brazos y estaba sintiendo un asco cada vez mayor cuando se deshacían las costras de sangre seca de los brazos con el forcejeo, tenía ganas de vomitar.


Entre los árboles se veía, a ratos, acercarse uno de aquellos bestiales seres, el que más terrible
aspecto tenía de todos, portando una vara que le sacaba dos pasos por encima, coronada de una
extraña calavera humana con enormes cuernos de ciervo.Cuando estaba a unos diez pasos de distancia, empezó a gritar con voz de orgenomesco:

-¡Ha hablado Coso. Desea Coso que el reo se una a la cofradía! No colgará aún la tercera cabeza del roble si se hace de los nuestros!

En ese momento, repentinamente todo aquel asco y repugnancia acumulada se tornaron coraje
temerario, lughaid notó cómo se le erizaban los cabellos, el vello de los brazos; el bigote....

-¡Pero yo cumplo la voluntad de Lugh! ¡ Soy servidor de Lugh!

Todos los Cofrades de Coso miraron al corono con miradas torcidas y gestos de desconfianza

-¿Desde cuando pactan Coso y Lugh a nuestras espaldas? Hasta la sexta luna no podemos permitir que seque la sangre sobre nosotros, matamos a las bestias con nuestras propias manos, sin armas, porque somos cofrades de Coso y no de cualquier mindundi; Coso sabe que nos gusta colgar lugantes en su honor! Si Coso lo quiere en la cofradía no puede ser un lugante, es un blasfemo y vamos a colgar su cabeza en el roble!

Acto seguido se lanzaron todos los cofrades a Lughaid, agarrándolo para descuartizarlo entre todos como habían hecho con innumerables lobos.

El Corono se fué a un rincón, mirando de reojo la escena, con una extraña confianza en el devenir.Empezó uno a agarrarlo de la cabeza hacia atrás para romperle el cuello, mientras otros cuatro le tiraban de los brazos y las piernas para desmembrarlo. El dolor se empezaba a hacer intenso y los brazos de Lughaid se iban enrojeciendo. En un momento el rojo de los brazos de Lughaid empezó a ser rojo blanco como el hierro a punto para la forja, y los cofrades soltaron los brazos cuando se empezaron a quemar. Los dos que estaban agarrando el cuello de lughaid para romperlo, empezaron a deslumbrarse con la luz que surgía sobre su cabeza, así que se pusieron a mirar hacia atrás y siguieron tirando, pero tuvieron que soltar, se estaban quemando.

En un momento estaban todos los cofrades enfrente de Lughaid reuniendo fuerzas y buscando un punto débil.

A éstas alturas Lughaid irradiaba una luz cegadora sobre su cabeza. Sus brazos parecían estar incandescentes, las hojas secas que había alrededor de sus pies empezaban a prender pequeñas llamas. La capa y el sago empezaron a arder y cayeron hechos cenizas.

Todos los cofrades atacaron a una, excepto el corono, que seguía en la esquina y empezó a recitar, cual maldición:

-No seais insensatos, no veis que está poseido por Lugh?

Mientras ésto decía, salían despedidos por los aires los doce cofrades de un sólo brazazo, cayendo a más de diez pasos de distancia y uno de ellos quedando colgado de una rama.

-Traed los barriles, rápido!
Los cofrades se fueron recomponiendo y marcharon a las profundidades del bosque.De ahí a un rato venían con tres toneles, que dejaron delante del Corono

-bien, ahora coged los calderos y llenad los toneles con agua del río, daos prisa.

-ártabro, cálmate un poco, no luches contra nosotros. No sería provechoso para Coso ni para Lugh!métete en el tonel!
El primer tonel ya estaba lleno de agua a rebosar, y los cofrades empezaban a vaciar calderos en el segundo. El riachuelo estaba próximo.

-Está bien!
Lughaid posó las manos en el borde y se lanzó al interior del tonel.
Como si fuera un hierro encendido echado a templar, el agua desapareció en el acto en una nube de vapor rugiente, los aros del barril empezaron a enrojecer y las maderas crepitaron, para finalmente estallar, saltando los aros a su alrededor.

De allí saltó al segundo barril, que ya estaba lleno, y el agua empezó a hervir saliendo unas burbujas grandes como puños. No tardó mucho en evaporarse. Lo justo para llegar al tercer barril, que estaba aún mediado y sumergirse de nuevo, quedando el agua a una temperatura que algunos soportan y otros no.

Se acercó el Corono al último tonel, y alargó la mano para ayudar a Lughaid a salir.

-¿Cómo te llamas, ártabro?
-Me bautizaron los Brehones de mi treba hace tres lunas como Lughaid, después de hollar el abrigo de Lugh. Necesito hacer con vosotros un juramento ante Lugh y Coso para que vuestros correligionarios del sur no me sean hostiles y respeten el pacto.

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