miércoles, 16 de mayo de 2007

De héroes y hombres

Ophiusa,

tierra agreste,
indómita, salvaje,
con sus brumas perpetuas,
con sus terribles temporales
y sus espumosas olas
embatiendo los colosales peñascos
de los cantiles.

Dime,
caro bardo
de donde proceden nuestros ancestros?
-Una extraña gente
de la Hyperbórea
se cansaron de vivir entre hielos
en aquellos desoladores parajes
y un día
decidieron seguir el sol.
Su largo peregrinaje
acabó cuando llegaron al abismo
al final del mundo;
allí contemplaron
cómo el sol se hundía en las aguas
y se quedaron extasiados
habían llegado al final
al límite
que solamente se puede trascender
en forma de alma pura
así que decidieron
quedarse allí
hasta que les tocara el momento
de seguir más allá
tras las brisas marinas
tras las estelas de las olas
tras el vuelo de las aves
........................................................
En aquellas frías noches de invierno
se asomaban los héroes al acantilado,
para contemplar por última vez
aquellos diminutos puntos de luz
como luciérnagas
¡Las ánimas de sus seres caros!

-"No es bueno
que se vayan sin rumbo
sin recordar a los que quedamos.
Levantemos una torre
y encima de la torre un fuego perpetuo",
Aquellas palabras de compasión
pronunció Breoghan el valeroso
enternecido por la tan triste y silenciosa marcha
de aquellas desamparadas almas viajeras.

La torre de Breoghan
desafiaba en la cima del cantil
a los vientos
a las terribles galernas
a la furia del océano

¡No intimidaban los elementos
al insigne soñador Ith hijo de Breoghan!
que pasaba las noches
alimentando el fuego del faro
combatiendo el soplo del viento
que llevaba, furioso
una miríada de minúsculas gotas de salitre.

¡Taranes!, ¡Sígueme lanzando rayos!;
¡Poderoso dios que tanto das la vida como destruyes a los hombres!
que en esta noche tan oscura
deseo alcanzar el horizonte con la vista,
quiero, antes que nadie, descubrir
que mi amada vuelve del otro mundo...
¡O me llama, para partir con ella!

Así pasaron incontables noches
y las estaciones se sucedieron unas a las otras,
pero una noche de invierno
silenciosa, fría, tétrica
se despertó Ith de repente
se había quedado dormido en el faro
había dejado apagarse el fuego.

Disgustado, restregándose los ojos
se dio cuenta de que no se oía nada
ni el mar, ni las gaviotas
y esa extraña luz que lo envolvía todo,
pálida, blanquecina, del color de la muerte
"si hoy no sale la luna" dijo para sus adentros.

Algunos dicen que la vió por vez primera
cuando se asomó al borde para coger la antorcha
allá, en el horizonte marino,
se veía un fulgor... como un amanecer
y, recortada, la silueta de una isla a contraluz,
la reconoció de inmediato, la había visto en sueños:
era Tir'na nog, la tierra del más allá;
el destino de las ánimas
El destino de su amada.

"Ea, no esperaré aquí
a que me toque partir
ya he esperado bastante;
construiré un barco
y navegaré al otro lado"

Estas palabras cantan los bardos
desde que las pronunció
el intrépido y temerario Ith,
el primero de los muchos esforzados pilotos del atlántico
que llevaron su nombre y su memoria a las islas
al otro lado del mar.


"Ith se embarcó junto con tres veces treinta guerreros y se hizo a la vela hacia el país desconocido cuya existencia le había sido revelada por su penetrante vista"

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